Beata Mercedes de Jesús

 

Nuestra fundadora

Nace el 20 de febrero de 1828, en el cantón Baba. Es la última hija del matrimonio del señor Miguel Molina y la Sra. Rosa Ayala, ambos nativos de Guayaquil. Fue bautizada en Pueblo Viejo con el nombre de María de las Mercedes. La hermosa niña cautiva el corazón de sus padres y hermanos.

Cuando tenía 2 años, fallece su querido padre, quedando al cuidado y protección de su madre. Después del lamentable suceso, Doña Rosa se traslada con sus hijos a Guayaquil para educarlos conforme a su condición social. Mercedes se forma intelectualmente en su casa, con maestros a domicilio, gracias a su clase social y holgura económica. Su madre le enseñó a “ser firme en sus propósitos, leal en sus sentimientos y que la verdad habite en sus labios” (A1 1,60).

A los 15 años, sufre el doloroso golpe de la muerte de su querida madre, llenándose su corazón de indecible tristeza; la fe en Dios y la Virgen María le ayuda a superar esta profunda crisis emocional. Regresa a Baba con sus hermanos: María y Miguel. Cuando éstos formaron sus hogares, Mercedes determina trasladarse a Guayaquil y se integra a la familia de la Sra. Rosalía Aguirre de Olmos, con ellos comparte la vida familiar y social durante 5 años.

Cuando su hermana María regresa a Guayaquil, Mercedes retorna de nuevo a la familia. Es feliz compartiendo la vida con sus sobrinos y la gente del entorno social. Comienza de nuevo a participar de las fiestas y reuniones de sociedad. Allí despliega sus naturales atractivos, enriquecidos por su posición social. Adquiere entonces un compromiso matrimonial con un joven, como ella, de la aristocracia guayaquileña. Ya sólo pensaba en los preparativos y el día de la boda.

En los designios de Dios, otro amor más fuerte rondaba la puerta de su corazón. Un día de profunda reflexión, mirando al Crucifijo, siente un impulso tan fuerte de la gracia, que cae de rodillas y hace voto de castidad, renunciando al matrimonio y en actitud de despojo total, consagra su vida definitivamente a Jesús, que la cautiva en lo más profundo de su ser.